Avelino Stanley
Apreciado Rubén:
Todos sabemos que Los muertos no sueñan, sin embargo has
conseguido fijar en la imaginación de los lectores de esta obra un mundo y unos
personajes donde los sueños y los recuerdos deambulan entre los vivos y los muertos.
Es cierto que Ya nunca será como antes, sobre todo después
de sumergirnos en las diez muestras en las que dejas absortos a los que te
leemos.
Con los mismos planos conceptuales
e historias paralelas, En un cuarto lleno
de anguilas vuelves a presentar otro mundo, el de Guillermo, que viene a
Nueva York, desde Chicago, para formar parte de unas escenas donde el tiempo
interior genera una hegemonía vuelto campo y tema.
Son tres libros y un mismo
certamen. Un premio. Letras de Ultramar. Podríamos plantearnos que los
certámenes literarios son obras del azar accidental. Pero en las obras de un
autor o autora, en cambio, si algún azar interviene, es el ontológico. Y el azar
ontológico no puede ir lejos sin el azar epistemológico.
El certamen Letras de Ultramar
ha cimentado el crecimiento de su prestigio con los autores que premia. Un
ganador es algo así como el azar accidental. En cambio tú, Rubén, has obtenido
tres veces ese mismo galardón. Eres, por tanto, el azar ontológico de tu ser
danzando con el azar epistemológico de tu saber. Con esos galardones has
reafirmado tu crecimiento al tiempo que prestigias el certamen que te reconoce.
Yo sí que soy una pura
casualidad en ese premio. He sido jurado dos veces antes de que tú ganaras tres
veces. Soy, sencillamente, el azar coincidente montado en el carrusel de la
casualidad. Y eso es, precisamente, lo que me ha acercado a tu obra.
Como ya conocía la consistencia
de tus escritos, pude haberle dado la respuesta a una pregunta que me hiciera
una amiga que aprecio mucho. Ese año en el que dos obras tuyas fueron
galardonadas, ella me envió un correo escueto:
—¿Dos premios a un mismo autor?
¿Y cómo es eso? —preguntó.
La respuesta a aquel correo
quedó pendiente. Ahora que ya están lejos los días de la premiación, respondo
en público una pregunta privada. Son dos las razones que dan pie a tus
reconocimientos. La primera es la forma de tu vinculación con las técnicas de
la narrativa. Y la segunda, que no iría a ninguna parte sin la primera, es tu
dedicación.
Ahí están las claves, señoras y
señores, para toda aquella persona que quiera convertirse en buen narrador: conocimiento
de las técnicas y dedicación.
Tus estudios de maestría en
Escritura Creativa, Rubén, no han sido en vano. Hablan en tu obra. Te leo y veo
a Virginia Wolf o a James Joyce “buscando aproximarse más a la vida interior de
sus universos”. Cuando escudriño tus escritos, Rubén, veo algo muy importante: noto
cómo va creciendo tu capacidad para escoger temas intrigantes, veo cómo aumenta
la calidad de tu prosa, de qué manera vas llenando tus escritos de metáforas
particulares. Tu elegancia narrativa se parece a esos basquetbolistas que en
los campeonatos mundiales se destacan por insertar canastos que arrancan
aplausos por su limpieza, por su modo de hacerlo y por lo oportuno.
Algo de suma importancia hay en
tu obra, Rubén. Se puede notar en ella la incesante persistencia por erigir tu
estilo propio. Tu estilo particular. Nada más significativo para un autor o
autora que construir un estilo propio, inconfundible. Y eso tú lo estás
logrando a pasos agigantados.
Este mismo año allá, en nuestro
lar nativo, dije algo sobre tu libro de cuentos, cuando lo presentaba en la
Feria del Libro de Santo Domingo. Ahora lo voy a repetir por escrito. Rubén, mantén
ese ritmo en la calidad de tus trabajos, y en la dedicación, porque de esa
manera tú seguirás trillando el camino de convertirte en uno de los narradores
más importantes del país, dentro y fuera de la República Dominicana. Adelante,
Rubén, porque Los muertos no sueñan, y
Ya nunca será como antes, En un cuarto
lleno de anguilas.
Avelino Stanley,
Playa Caribe, República
Dominicana
25 de septiembre del 2013
2 comentarios:
Tremenda carta, Rubén.
Así es, Víctor. Un abrazo!
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